Foto Mariano Giménez

Nicolás Cortijo: la sinceridad de un adiós

El toreo, como la vida, también conoce despedidas que no suenan a fracaso, sino a verdad. Así lo ha demostrado Nicolás Cortijo, joven novillero albaceteño que anoche, a través de un mensaje en sus redes sociales, anunció su decisión de dejar los ruedos, apenas un mes después de su debut con picadores en la Feria de Albacete 2025.

“He decidido dejar de torear”, comenzaba el texto con el que comunicó la que él mismo definía como la decisión más difícil de su vida. Con una sinceridad desarmante y un tono sereno, Cortijo explicó que, tras ocho años de dedicación plena al toro, ha comprendido que no está dispuesto a entregarle su vida entera a la profesión. “Decir esto está siendo la mayor cura de humildad que puede tener un torero”, confesaba el novillero, formado en la Escuela Taurina de Albacete, donde dio sus primeros pasos y desde la que se forjó como uno de los jóvenes más prometedores de la cantera local.

No hay reproches en sus palabras, sino gratitud y madurez. “Me enamoré de este bonito pero duro mundo”, escribe, antes de reconocer que quiere “centrarse en los estudios y en otras facetas de la vida que están aún por descubrir”. Su mensaje no suena a renuncia, sino a búsqueda. Porque el toreo deja huella, y quien lo ha sentido de verdad sabe que no se abandona del todo.

En su despedida, Nicolás recuerda los viajes, entrenamientos, tentaderos, festejos y amistades que el toro le regaló. Agradece a quienes lo apoyaron —aficionados, profesionales, compañeros— y lo hace con esa mezcla de respeto y ternura que solo tienen los que han pisado la arena sabiendo lo que cuesta vestirse de luces.

Su paso por los ruedos, aunque breve, deja el poso de los que tocan la verdad sin alardes. El pasado 9 de septiembre, en la novillada de Montealto, Cortijo hizo su presentación con picadores en el coso de la Feria de Albacete, compartiendo cartel con Manuel Caballero y Aarón Palacio, dejando entonces el eco de su torería y el reflejo de un sueño cumplido.

Hoy, apenas unas semanas después, ese mismo joven que toreaba con la ilusión intacta, decide poner punto y aparte a su historia taurina. Lo hace con la cabeza alta y el corazón agradecido, consciente de que la mayor valentía también puede estar en saber decir adiós a tiempo.

Porque, en definitiva, el toreo enseña a vivir —y a marcharse— con dignidad. Y Nicolás Cortijo, con su mensaje sencillo y honesto, ha dado una última lección: la del torero que, aun sin muleta, sigue toreando a la vida con verdad.

Mucha suerte en esta nueva etapa que comienzas y que te vaya bonito, porque te lo mereces por lo buen tipo que eres.

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