Foto Mariano Giménez

Albacete, a la espera de un nuevo tiempo taurino

El reloj del toreo vuelve a marcar una hora importante en Albacete. No suenan clarines ni timbales, pero en los despachos del Ayuntamiento se escuchan ya los ecos de un cambio que puede definir el futuro de la plaza de toros más emblemática de Castilla-La Mancha. El coso de La Avenida de los Toreros saldrá a concurso para su gestión, y con ello se abre una nueva página en la historia reciente de este templo que ha visto pasar por su albero a los más grandes de los últimos sesenta años.

El nuevo pliego de condiciones, que debió redactarse en los meses pasados, debe presentarse más pronto que tarde, para evitar contratiempos y asegurar una transición ordenada, garantizando que la próxima temporada se desarrolle con la normalidad y el esplendor que merece una plaza de esta categoría. No será un mero documento administrativo: será el punto de partida de una nueva etapa para una plaza que late al compás de septiembre, pero que respira todo el año por obra y gracia de su afición.

Porque Albacete no es solo una ciudad con toros; es una ciudad que se reconoce a sí misma en su plaza, en sus ferias, en sus carteles y en la memoria compartida de tantas tardes que quedaron prendidas en el tiempo.

La responsabilidad no es pequeña. La gestión de una plaza como la de Albacete exige algo más que técnica o rentabilidad: exige visión, sensibilidad y respeto por una historia viva. En sus escaños de piedra se sientan generaciones que han visto a Dámaso González nacer a la leyenda, a Manzanares elevar el arte al cielo, a Ponce acariciar el toreo eterno y a Navalón o Molina tomar el testigo de una afición que no se rinde.

El nuevo proyecto deberá entender que esta plaza es una casa grande donde caben la tradición, la emoción y el porvenir. Donde los festivales solidarios conviven con la grandeza del abono, y donde la Escuela Taurina sigue sembrando, año tras año, las ilusiones de quienes sueñan con vestirse de luces.

Desde que en 1917 se inauguró el actual coso, Albacete ha sabido adaptarse a los tiempos sin perder su esencia. Por eso, este nuevo concurso no es un simple trámite: es una oportunidad para renovar el compromiso con la cultura taurina, para seguir haciendo de la Feria un referente nacional, y para mantener viva la llama de una pasión que forma parte de la identidad de la ciudad.

En los próximos meses, el pliego dirá lo que los papeles deben decir. Pero en los tendidos, en los bares de siempre, en las peñas y en las charlas de aficionados, el verdadero deseo será otro: que quien tome las riendas de la plaza lo haga con pasión, con afición, con amor Albacete, con respeto y con la conciencia de quien gestiona un patrimonio emocional y cultural que pertenece a todos los albaceteños.

Porque Albacete sin toros no sería la misma, y su plaza, esa joya de arena y alma, espera paciente, como un toro en chiqueros, la salida de un nuevo tiempo.

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