Hay decisiones que no se toman desde la cabeza, sino desde el alma. Y Miguel Tendero, torero de raíces hondas y mirada limpia, ha decidido seguir su propio camino. El matador albaceteño ha puesto fin a la relación de apoderamiento que le unía a Marcos Francoy y Jorge Lozano, abriendo una nueva etapa en su andadura taurina: más personal, más íntima, más suya.
Tendero, que ha forjado en América un espacio propio de respeto y admiración, continuará al otro lado del Atlántico bajo el apoderamiento de Aldo Risco, con quien ha recorrido durante los últimos cuatro años los caminos del Perú taurino, dejando triunfos, amistades y tardes de oro. Allí, su nombre se pronuncia con la misma naturalidad que el de los toreros grandes, porque Tendero ha sabido sembrar verdad y recoger reconocimiento.
En España, sin embargo, el torero manchego inicia un tiempo de reflexión y horizonte, con la mirada puesta en volver a Las Ventas, esa plaza que ya conoce de gloria cuando cortó una oreja a un toro de Juan Manuel Criado, y donde su toreo de pureza y entrega dejó la impronta de quien busca siempre la autenticidad. En su trayectoria reciente resuenan también los ecos de faenas frente a hierros duros —Cuadri, Palha, Flor de Jara—, en tardes de compromiso y verdad.
Hoy, Miguel Tendero camina sin ataduras, con la serenidad del que ha aprendido a escuchar el silencio de los ruedos y el rumor de los sueños. Sin apoderado en Europa, pero con la brújula intacta: la de la fe en su toreo.
Quizá esta nueva etapa, más libre y más sincera, sea el prólogo de un renacer. Porque hay toreros que, cuando deciden tomar las riendas de su propio destino, vuelven a escribir su historia con tinta de arena, sudor y esperanza. Y Miguel Tendero, hijo de Albacete, parece dispuesto a hacerlo una vez más.
