Otra vez, con motivo del rechazo en el Congreso de debatir la derogación de la protección cultural a los toros, vuelven los de siempre a atacar. Los antitaurinos, con su discurso repetido, cargado de ignorancia o de intereses que poco tienen que ver con el amor a los animales. Detrás, ya se sabe, están los lobbys financiados por el mundo de las mascotas, con sus grupos de presión y asociaciones, buscando influir en decisiones públicas en favor de los intereses de la industria y de los dueños de animales domésticos, como siempre, sin entender ni interesarse por lo que hay detrás de nuestra tradición.
Y uno se pregunta: ¿de verdad no ven todo lo que hay detrás del toro?
Porque defender al toro, hoy, ya no es solo una cuestión de rebeldía. Es defender nuestra cultura, nuestro arte, nuestro patrimonio… y también el pan de mucha gente que vive de esto y lo cuida con orgullo y respeto.
La tauromaquia no es un espectáculo cualquiera. Ni trivial ni carnicero, como algunos se empeñan en decir. Es arte. Si no lo fuera, no habría inspirado a artistas como
Lorca, a Picasso, a Alberti, a Miguel Hernández, a Serrat, a Sabina … y a tantos otros. Cada gesto en el ruedo, cada movimiento del toro o del torero, guarda siglos de historia y emoción. Hay verdad, hay belleza, y hay una conexión profunda con lo humano, con esa mezcla de miedo y grandeza que todos llevamos dentro.
Y no se queda solo en el arte. El toro bravo mantiene viva la dehesa, ese paisaje único que da vida a la tierra y refugio a cientos de especies. Y mantiene vivos también muchos pueblos: ganaderos, mayorales, artesanos, hosteleros… gente sencilla que, con su trabajo, conserva una forma de vida que sin el toro se apagaría poco a poco, como una lumbre sin aire.
Por eso duele ver cómo se ataca sin comprender. Porque quien de verdad mira al toro con respeto, quien ha pisado una dehesa o ha sentido un pase templado en silencio, sabe que ahí no hay crueldad, sino belleza, esfuerzo y verdad. Defender al toro es mirar la verdad con ojos atentos, valorar la belleza que nos rodea y reconocer el esfuerzo de quienes lo cuidan. Lo que merece cariño y, si no cariño, por lo menos, respeto.
Paco Jiménez Ballesteros
.
