Foto Mariano Giménez

Albacete, medio siglo de triunfos que forjaron su leyenda

La historia reciente de la Plaza de Toros de Albacete —ese coso de la calle de la Feria que late cada septiembre al compás de su gente— puede contarse de muchas maneras: a través de sus figuras, de sus toros o de su público fiel. Pero hay otra forma de hacerlo, quizás más fría, aunque no menos emocionante: a través de los trofeos que han premiado la entrega, el arte y la verdad de los que se han vestido de luces en su arena.

Desde el 8 de septiembre de 1968, fecha en la que Santiago López cortó la primera oreja registrada en este recuento histórico, hasta el 16 de septiembre de 2025, cuando Emilio de Justo logró la última, sobre 1.560 orejas han sido concedidas en el coso albaceteño. Cada una de ellas resume una historia distinta, un esfuerzo, una inspiración, una tarde de triunfo o redención.

Una plaza de generosidad justa

La plaza de Albacete, siempre fiel a su personalidad, ha mantenido durante estas casi seis décadas una línea de justicia en la concesión de trofeos. No ha sido plaza de orejas fáciles ni de euforias pasajeras. Aquí se premia la entrega, pero sobre todo la verdad. Los públicos albaceteños han sabido medir, como pocos, el valor y la autenticidad de lo que sucede sobre el ruedo.

En esas 1.560 orejas está escrita buena parte de la historia moderna del toreo: de Dámaso González a Paco Camino, de El Cordobés a José María Manzanares, de Ponce a Morante, de Ureña a Roca Rey. Cada generación ha dejado su sello en una plaza que, sin ser de las más mediáticas, ha sido siempre termómetro fiel del momento taurino.

El rabo como símbolo del triunfo absoluto

Pero si las orejas son la medida cotidiana del éxito, los rabos son la excepción que confirma la grandeza. En estos 57 años, 60 rabos han sido paseados en Albacete, testimonio de tardes que quedaron grabadas para siempre en la memoria de los aficionados.

El primero de ellos lo cortó Dámaso González el 8 de septiembre de 1968, al tercer toro de aquella tarde. Era apenas el inicio de una leyenda. Su figura, inseparable de la historia taurina de Albacete, abría así una lista de triunfos que se prolongaría durante décadas.

El último rabo concedido en la historia del coso lo cortó el rejoneador Diego Ventura el 13 de septiembre de 2015, en una actuación que desbordó entrega, temple y conexión con el tendido. Desde entonces, ningún otro diestro ha logrado tan codiciado premio.

Aunque si hablamos del último rabo cortado sin mediar indulto, la historia nos remonta al 16 de septiembre de 1980, cuando Paquirri se lo arrancó a un toro de Manolo González en una de esas tardes que aún se evocan con respeto y nostalgia.

De Dámaso a Ventura: medio siglo de triunfos

En más de medio siglo, los nombres que han paseado orejas y rabos por la arena albaceteña componen una nómina gloriosa. Por este ruedo han pasado los más grandes del toreo: Curro Romero, El Viti, Antoñete, Espartaco, Ponce, Manzanares padre e hijo, José Tomás, El Juli, Morante de la Puebla, Talavante o Roca Rey, entre muchos otros.

También ha sido plaza de gestas locales y de sentimientos profundos. Porque Albacete vibra de manera especial cuando sus toreros salen por la Puerta Grande. Desde el eterno Dámaso hasta Caballero, Tendero, Molina o Navalón, el público ha sabido reconocer el valor de los suyos, del que se juega la vida con el corazón en su tierra.

Un reflejo de la historia del toreo

Los datos —1.560 orejas y 60 rabos— no son solo cifras. Son el pulso de una historia viva, la medida del arte que ha pasado por este ruedo durante casi seis décadas. Detrás de cada número hay nombres, tardes, emociones. Hay música de pasodobles, pañuelos blancos al viento y toreros saliendo sobre los hombros por la Puerta Grande.

Y hay también una reflexión inevitable: la plaza de Albacete ha sabido mantener su equilibrio entre la exigencia y la generosidad, premiando con justicia al que lo merece, sin dejarse llevar por modas ni excesos. Esa seriedad es, quizá, una de las claves de su prestigio y su vigencia.

Una historia que sigue viva

El 16 de septiembre de 2025, cuando Emilio de Justo cortó la última oreja registrada hasta hoy, no solo se cerraba una feria: se añadía un nuevo capítulo a esta larga historia de triunfos. Una historia que comenzó hace 57 años, cuando Santiago López inauguró este registro, y que sigue escribiéndose cada septiembre, entre olés, pañuelos y emociones.

La Plaza de Toros de Albacete, más que un escenario, es un testigo. Un testigo que ha visto pasar generaciones de toreros, estilos y épocas, y que conserva, entre sus muros, el eco de 1.560 orejas, 60 rabos… y miles de sueños cumplidos o rotos sobre el albero.

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