El 24 de junio de 1988 marcó el inicio de una leyenda en la plaza de toros de Albacete. Aquel día, Manuel Caballero, una joven promesa del toreo, hacía su presentación con picadores, llenando de esperanza a todos los aficionados. En el cartel, compartía plaza con Lorenzo Franco «El Loren» y Carlos Collado «El Niño de la Taurina», lidiando novillos de la ganadería de Sánchez Arjona. Aquella tarde, Caballero se lanzó al ruedo no solo a lidiar novillos, sino a conquistar el corazón de los aficionados de Albacete, que verían en él la última gran figura de esta tierra.
La presentación con picadores fue el primer capítulo de una carrera que quedaría grabada en la historia taurina de Albacete. Entre 1988 y 1992, fueron siete las tardes en las que Caballero lidió con los del castoreño hasta su ascenso definitivo al escalafón mayor. Se convirtió en el cuarto torero con más paseíllos en el coso de la calle de la Feria, sumando más de sesenta tardes de entrega, valor y arte.
Albacete vivió intensamente cada uno de sus paseíllos. Caballero creció y maduró en su ruedo, y a su vez, el público albaceteño se identificó cada vez más con él, viéndolo no solo como un torero, sino como el héroe local. La despedida como novillero con picadores llegó el 17 de septiembre de 1991, actuando en solitario, en una tarde cargada de emoción y entrega total.
Finalmente, su confirmación como matador de toros llegó el 10 de septiembre de 1992, donde alcanzó la cúspide y consolidó su lugar en el toreo. A lo largo de su carrera, los triunfos y las salidas a hombros en Albacete fueron tantas que se volvieron un ritual que siempre acababa de la misma manera: con Manuel Caballero llevado en volandas hasta la casa de su madre, en medio de una feria entregada que reconocía en él la esencia del torero completo.
La última tarde de Manuel Caballero en Albacete fue el 17 de septiembre de 2004, en una corrida inolvidable junto a César Rincón y Antón Cortés, lidiando un encierro de Torrestrella. Aquella tarde, como tantas otras, Caballero salió a hombros, una despedida digna de un torero que lo dio todo en el ruedo y que, más que una figura, se convirtió en un símbolo de la tauromaquia albaceteña.
El legado de Manuel Caballero en Albacete es indeleble. Años después, su nombre sigue resonando entre los aficionados, que recuerdan con nostalgia y admiración cada una de sus tardes. Caballero fue y será siempre un ícono para Albacete, el torero que transformó una plaza en su templo y una afición en su familia.
Quisiera expresar mi más profundo agradecimiento a Juan Madrigal, un verdadero custodio de la historia taurina de Albacete, por su generosidad al compartir datos y carteles históricos de su inmenso y maravilloso archivo. Su dedicación y pasión por preservar la memoria del toreo en Albacete y en toda España son un regalo invaluable para quienes amamos y respetamos esta tradición. Gracias a su labor, detalles tan precisos y memorables como los de la carrera de Manuel Caballero permanecen vivos y accesibles para las futuras generaciones de aficionados. ¡Gracias, Juan!
Aquí les compartimos la previa y la crónica de aquella tarde memorable en la plaza de toros de Albacete, extraídas de Crónica de Albacete y firmadas por Carlos Gutiérrez. A través de sus palabras, podemos revivir las emociones que envolvieron la presentación de Manuel Caballero con picadores el 24 de junio de 1988, un día que ya forma parte de la historia taurina de Albacete.
Gracias al trabajo de Carlos Gutiérrez en Crónica de Albacete, podemos disfrutar de una visión detallada de una tarde tan especial y ver reflejada la esencia del toreo albaceteño.