Hace pocos días nos dejó Rafael Peralta, una de las grandes leyendas del rejoneo, cuyo nombre quedará para siempre grabado en la memoria taurina, especialmente en la plaza de toros de Albacete, donde ofreció un total de 13 paseíllos a lo largo de más de tres décadas. Este artículo quiere ser un merecido homenaje y recuerdo a su legado y a su estrecha vinculación con el coso manchego.
Su primer paseíllo en Albacete fue el 14 de septiembre de 1960, en una corrida mixta donde compartió cartel con su hermano Ángel Peralta y con figuras del toreo como Pepe Osuna, Manuel Fuillerat “Palmeño” y Manuel Amador. Fue una tarde especial que marcó el inicio de una relación intensa y duradera con la afición albaceteña, que pronto lo adoptó como uno de los suyos.
A lo largo de su trayectoria, Rafael Peralta volvió a la plaza de Albacete en numerosas ocasiones, dejando una huella imborrable con su toreo a caballo elegante y puro. Su dominio de la monta y la emoción que transmitía en cada faena le convirtieron en un fijo del ciclo de septiembre, donde compartió terna con grandes matadores y rejoneadores.
Su presencia en el ruedo siempre garantizaba arte y entrega, una conjunción que le ganó el respeto y el cariño de los aficionados que llenaban los tendidos para disfrutar de sus actuaciones.
El 11 de septiembre de 1994 fue su última tarde en Albacete, en una corrida en la que compartió cartel con figuras como Luis Domecq, Pablo Hermoso de Mendoza y Antonio Domecq. Aquella jornada fue el broche de oro a una carrera brillante en la que Peralta mostró siempre su compromiso con la tauromaquia y con su público.
Rafael Peralta no solo será recordado por las 13 tardes que toreó en Albacete, sino también por la forma en que entendió el rejoneo: con clasicismo, valentía y un profundo respeto por la tradición. Su nombre sigue vivo en la historia de esta plaza y en el corazón de quienes disfrutaron de su arte ecuestre.