Hay quien llega a la Tauromaquia por casualidad y quien, como Eliana Abellán Sánchez, parece haber nacido con un paseíllo latiendo en las venas. Desde los tres años acude a los toros con la naturalidad con la que otros descubren el mar, y esa afición temprana, lejos de diluirse con los años, se convirtió en una brújula que la guió incluso en los pasillos más fríos y burocráticos de la universidad. En pleno siglo XXI, cuando defender el legado taurino supone, demasiadas veces, remar contra un viento hostil, esta joven alicantina decidió dedicar su tesis doctoral a explicar, proteger y reivindicar la grandeza cultural del toreo. Lo hizo enfrentando un rechazo inesperado, una incomprensión académica que rozó el veto, y que, sin embargo, terminó convirtiéndose en un ejemplo de tenacidad, libertad intelectual y amor profundo por el toro bravo y por la dehesa que lo cobija. Hoy, con un Cum Laude bajo el brazo, Eliana recorre España para vivir la Fiesta en toda su amplitud, y comparte su historia con la misma verdad con la que se torea de frente y por derecho.
Eliana, recuerdas haber ido a los toros desde muy pequeña. ¿Qué primeras imágenes, olores o sonidos te atraparon para siempre en una plaza?
Fui por primera vez a una corrida de toros, de la mano de mis abuelos maternos, con 3 años, en la Feria Taurina de Albacete. Apenas tengo recuerdo de aquella tarde de septiembre, pero lo que sí sé es que, desde ese día, las plazas de toros fueron mi lugar favorito del mundo para ser feliz y la Tauromaquia se convirtió en parte de mi vida, en una forma de vivir.
Vienes de una tierra de enorme tradición. ¿Qué peso ha tenido tu entorno familiar y cultural en tu afición?
Como bien te digo mis abuelos fueron los primeros que me llevaron a los toros, esa tradición la mantuvieron mis padres, acudíamos asiduamente a ver ferias taurinas, especialmente en vacaciones, era mi premio por las notas que sacaba. Mi pueblo no tiene mucha tradición taurina, pero sí está muy cerca de dos capitales, Alicante y Murcia, donde sus ferias taurinas forman parte de las fiestas y tienen un gran arraigo cultural y a las que solemos acudir anualmente.
Hablando de tierra con enorme tradición taurina, ¿Conoces la plaza de toros de Albacete? ¿Qué te parece su feria taurina? ¿Qué es lo que más destacarías de ella?
Desde que vine a Albacete por primera vez, cuando era una niña, sé que por septiembre siempre tengo una cita con La Chata. Aquel día, fuimos al tendido 5 y yo suelo mantener la tradición de comprar mis entradas en ese tendido cuando vengo, porque es una forma de recordarme a mí misma donde empezó todo. Suelo venir todos los años. Es una plaza que me encanta, por tener una de las aficiones más entendidas y exigentes del panorama taurino y por el trapío de las corridas que se lidian. Albacete es muy especial para mí, me recuerda a mi familia, a mi infancia.
Tu abuelo era muy seguidor del Maestro Dámaso González, ¿Cómo recuerdas aquel encuentro donde pudiste conocer personalmente al maestro?
Mis abuelos eran “damasistas”, como ellos se definían, era el torero por antonomasia de mi casa. Ellos, dentro de sus posibilidades, ya que eran agricultores y vivían en el campo, sus días de “fiesta” eran para ir a ver a Maestro torear a los pueblos y las ferias de alrededor de Murcia, Alicante y Albacete.
Yo le tengo una admiración máxima al Maestro, incluso me atrevería a decir devocional. Es una de las personas que más ha marcado mi vida. Tuve la suerte de conocerle en el Real Club Taurino de Murcia, en una magistral tertulia. Ese día le pude mostrar toda mi admiración, mi cariño y mi respeto, y contarle todo lo que significaba para mi y mi familia. Ese día cumplía mi sueño y el de mis abuelos, que tantos kilómetros habían hecho, en una Vespa, para verle. Cuando les llamé para contarles, recuerdo su frase, “has conocido al más grande, al más humilde y al mejor de los toreros”.
¿Cuándo nace la idea —y la necesidad— de dedicar tu tesis doctoral a defender y explicar el tesoro cultural de la Tauromaquia?
La idea la tenía desde hace mucho tiempo, mi ilusión siempre fue defender la Fiesta, y como ya había hecho varios trabajos dedicados a la Tauromaquia, la línea de investigación la tenía abierta. Es mi forma de devolverle a la Tauromaquia todo lo que ella me da, todo lo que representa para mí, todas las emociones que genera en mí.
En tu facultad nadie quiso dirigir tu tesis. ¿Cómo viviste ese rechazo? ¿Qué argumentos escuchaste para negarte esa dirección? ¿Más miedo que ideología? ¿Más prejuicio que rigor académico?
Yo venía de hacer varios trabajos dedicados a la Tauromaquia y ya había sufrido rechazos. Mi trabajo final de grado fue dedicado a la prohibición catalana y el de final de máster, a la “ley de toros a la balear”. Como te digo tenía una línea de investigación abierta pero cuando decidí dar el paso de hacer una tesis ya me dijeron que eso eran palabras mayores y que no querían involucrarse, porque al final un trabajo no salía del aula, pero una tesis tenía una gran repercusión y más en este tema que socialmente está siempre en el punto de mira. Hablar de toros en la Universidad no es fácil, hay demasiadas trabas, prejuicios, y aunque sea un tema legal, intentan mirar para otro lado.
¿Llegaste a sentir que tu propio futuro académico estaba en peligro por ser taurina? ¿En algún momento pensaste renunciar a la tesis o incluso a la temática taurina para poder avanzar en tu carrera?
Sí es cierto que te desanimas, no entiendes el por qué de este rechazo a un patrimonio cultural, artístico e histórico tan importante para España, y que tiene regulación legal, digna de estudio. Pero nunca pensé en renunciar y mucho menos en cambiar de temática, yo me embarcaba en hacer una tesis doctoral, con todo lo que eso conlleva, por defender la Fiesta de los Toros, que es lo que me apasiona.
Entonces llegan Juan Seva y José Manuel Sanes. ¿Cómo recuerdas esa llamada que lo cambió todo?
En medio de ese desierto, después de tantas puertas cerradas, estaba convencida de que llegaría la oportunidad. Yo soy muy creyente, y la esperanza es lo último que se pierde. Cuando me llamaron, los Doctores en Veterinaria, Juan Seva y José Manuel Sanes, fue una luz en el horizonte. Por fin, dos personas creían en el proyecto y creían en mis posibilidades para llevarlo a acabo. Me comentaron el gran esfuerzo que suponía esta etapa y los requisitos que me planteaba la Facultad de Veterinaria para trasladar el expediente de Derecho a Veterinaria y les dije que estaba dispuesta a cumplirlos todos en tal de cumplir mi sueño. Y, a partir de ahí, comenzamos la andadura juntos. Es admirable la afición desmedida que tienen, se dedicaron por completo a mi tesis y me transmitieron valores que siempre irán en mí.. Les estaré eternamente agradecida, no solo por creer en mí y cumplir mi sueño, sino porque soñaron conmigo el camino, lo sufrimos y lo disfrutamos juntos, son dos personas claves en mi vida.
¿Qué ha significado para ti que fueran dos profesores de Veterinaria —los que mejor conocen la integridad del toro bravo— quienes lideraran tu tesis?
Un aprendizaje añadido, no solamente íbamos a analizar legislación y jurisprudencia, sino que se me abrió un amplio abanico de conocimientos en un campo distinto al mío. Me enseñaron la cría del toro bravo, el ecosistema donde vive y profundicé en los conocimientos de la lida. Aprender tanto del toro de lidia fue apasionante, aquello fue una oportunidad que intenté aprovechar al máximo, para seguir creciendo, especialmente como aficionada.
Tres años de trabajo, esfuerzo y soledad. ¿Cuál fue la fase más dura de ese proceso?
Hubo momentos complicados, por ejemplo, el análisis de los datos, yo soy de letras y las tablas y números no eran mi fuerte, pero el momento del doctorado más duro, quizás sea, cuando te encuentras solo delante del folio y hay que escribir todo lo que has investigado. Ese comienzo, las primeras líneas, es un momento clave y decisivo.
¿Qué respuesta encontraste cuando presentaste tu tesis? ¿Cómo viviste ese Cum Laude?
Ese día lo recuerdo como uno de los más importantes de mi vida. Después de una valoración muy positiva del Tribunal, que me concediera el Cum Laude, fue muy emocionante. Uno de los sentidos de esta tesis es que fue compartida, fue sentida y disfrutada por todos y ver las caras de la gente, especialmente de mis padres, amigos y directores, tan emocionados, tras la exposición, son sensaciones difíciles de explicar. Además de que se llenó el salón de actos de la Facultad, especialmente de jóvenes universitarios.
Fuera del ámbito académico, la tesis tuvo gran repercusión, desde ese día no he dejado de dar ponencias para difundir la Tauromaquia, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Luis Francisco Esplá estuvo allí apoyándote. ¿Qué significó para ti la presencia de una figura tan grande en ese día tan íntimo?
Todo un honor, un auténtico privilegio. El Maestro es una de las personas que más admiro, no solamente por su trayectoria sino porque para mí es uno de los hombres más cultos e inteligentes que conozco y, por supuesto, el mejor defensor que tiene la Tauromaquia. Es un regalo escucharle hablar, compartir vivencias con él y aprender, a su lado, de la vida y el toreo, y por supuesto contar con su presencia ese día.
Tu tesis incorpora argumentos jurídicos, culturales y medioambientales. Si tuvieses que resumir su esencia, ¿cuál sería su mensaje principal?
En esta tesis doctoral se pretende realizar una propuesta concreta para la declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad como una reivindicación necesaria para la preservación del toro de lidia. A lo largo de sus 3 capítulos, se realiza una defensa ecológica, social y jurídica de la misma para su mayor protección.
La dehesa y el toro bravo ocupan un lugar privilegiado. ¿Por qué crees que el gran público desconoce ese valor ecológico tan profundo?
Por la falta de divulgación y difusión del mismo. Nos hemos encerrado y la Tauromaquia, la dehesa y el toro bravo hay que enseñarlo, hay que sacarlo a la luz para que la gente lo conozca, se pueda acercar a él. En los últimos años, esto ha mejorado muchísimo gracias a las visitas que se pueden a hacer a las ganaderías, eso ha ayudado a darle visibilidad a la crianza del toro de lidia y a la dehesa, una auténtica reserva ecológica de incomparable riqueza.
¿Te ves como una referencia para otros jóvenes taurinos que hoy encuentran obstáculos?
No soy referente de nada pero sí me gusta impulsar a los jóvenes a que defiendan lo que les gusta, a que presuman de ser taurinos. Además de animarles a hacer trabajos finales de grado o máster dedicados a la Tauromaquia, son pequeños pasos muy importantes dentro del ámbito académico.
Sí es cierto que podrán ser señalados, yo lo fui en su momento, pero que la satisfacción de haber defendido tu pasión en clase, delante de tus compañeros, o ante un Tribunal, es inigualable, y olvidas todos los sinsabores pasados anteriormente.
¿Sientes que tu experiencia demuestra que defender la Tauromaquia en la universidad sigue siendo un acto de valentía?
Se toma como un acto de valentía, pero por la situación crítica que atraviesa la Tauromaquia a nivel social pero no debiera ser así. Tener líneas de investigación sobre este arte tan universal debería ser algo natural, pero sí es cierto que las trabas son enormes, que los prejuicios están latentes y que cuesta un mundo hablar de toros en la universidad, de ahí su enorme valor, por la lucha tan grande que supone. Necesitamos quitarnos complejos y darle el verdadero sentido que tiene “la libertad de cátedra”.
Después de esta tesis, ¿te planteas seguir investigando o divulgando sobre Tauromaquia?
Sí, por supuesto, es un camino que apenas comienzo y que me ilusiona seguir avanzando en él. Por esfuerzo, ilusión, pasión y ganas no va a ser. Iré poco a poco profundizando en determinados ámbitos de la Tauromaquia, para seguir defendiéndola y seguir mostrando su grandeza.
Te recorres casi toda la geografía española para vivir la Fiesta. ¿Qué plazas te han emocionado más? ¿Dónde te has sentido más “en casa”?
Mi plaza siempre será la Condomina de Murcia, allí soy abonada desde el año 2011, ha sido la única feria que no he faltado año tras año, desde que era pequeña y mis padres me llevaban. No concibo mis septiembres sin ella. Aunque también tengo debilidades, como mi querida Plaza Real del Puerto de Santa María, donde he podido sentir el toreo de una forma muy personal y profunda y el Coso de Cuatro Caminos de Santander, una feria que tiene un encanto y un sabor especial. Lógicamente Sevilla y Madrid son puntales que no pueden faltar en mi temporada.
¿Qué papel crees que tienen los aficionados que, como tú, mantienen viva la Fiesta desde la grada, la carretera y la pasión?
Un papel fundamental, nosotros también formamos parte del rito taurómaco, no solamente pasando por taquilla, sino con la pasión que vivimos todo desde los tendidos. Se nos debería escuchar más, hacemos un esfuerzo brutal para ir a las ferias, para asistir a los festejos, y siempre buscamos la autenticidad del espectáculo, la integridad y la verdad que solo esta Fiesta atesora.
En un momento de ataques políticos y culturales, ¿Qué futuro ves para la Tauromaquia?
Soy positiva en su futuro, estamos en un buen momento, con mucha asistencia de público, especialmente joven. Nos tenemos que sentir orgullosos de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que seremos. A lo largo de la historia han intentado prohibir la Tauromaquia muchas veces y de diferentes maneras, y aquí seguimos, siendo un espectáculo de masas que genera emociones, una seña de identidad de nuestro país. Eso sí, la Tauromaquia sigue necesitando la unión de todos los sectores que la componen y el apoyo de los poderes públicos para seguir garantizando su continuidad y la del toro de lidia.
¿Dónde encuentra Eliana Abellán la fuerza para seguir luchando por el toreo con tanta claridad, amor y verdad?
En la emoción y el sentimiento que me transmite la Fiesta de los Toros, eso es inigualable. Cuando vives emociones tan profundas gracias al toreo, cuando ves embestir a un toro bravo, todo eso hace que no dudes en seguir hacia delante. Esto es pasional y la pasión arrastra y puede con todo. Lo que te hace feliz siempre merecerá la pena defenderlo y luchar por ello.
Habla Eliana y uno entiende que el toreo no sólo se defiende en los ruedos, sino también en las aulas, en las bibliotecas, en los despachos donde a veces falta valor para decir la verdad. Su camino no ha sido fácil, pero ha sido ejemplar. Con la serenidad de quien ha pasado por el combate y ha triunfado, esta joven alicantina demuestra que la Tauromaquia sigue generando voces firmes, preparadas y libres, capaces de explicar al mundo que el toro bravo es cultura, naturaleza y emoción. Y que, mientras existan aficionados como ella, dispuestos a recorrer España con una tesis en la mano y un sueño en el corazón, la llama de la Fiesta seguirá encendida allí donde siempre vivió: en el alma de quienes la sienten de verdad.



