Foto Mariano Giménez

TORRESTRELLA: LA BRAVURA QUE FORJARON LOS DOMECQ, UN LEGADO QUE SIGUE GALOPANDO

La muerte de Álvaro Domecq Romero ha encendido una llama de sentimiento en el campo bravo. Se va un hombre que respiraba toro y caballo, un jinete de espíritu antiguo y un ganadero de mirada moderna. Pero Torrestrella, la divisa creada por su padre y defendida por él durante décadas, permanece viva. Ahora son sus sobrinos, con Luis Domecq en la delantera, quienes mantienen el pulso de un hierro que lleva en cada res la memoria de toda una estirpe.

Un hierro nacido de un sueño

En 1957, don Álvaro Domecq y Díez compró el hierro de Salvador Suárez Ternero. Lo anunció como Valcargado, pero muy pronto, con las aportaciones de Curro Chica y Carlos Núñez, bautizó la ganadería con un nombre que acabaría siendo leyenda: Torrestrella. Después llegaría sangre de Jandilla, seleccionada con precisión, hasta conseguir un encaste propio, reconocible, inconfundible

El toro torrestrella era —y es— un animal vivo, de mirada despierta, pronto, con alma de embestir y ambición de plaza grande. Un toro que se crece, que quiere pelea, que busca transmitir. Un toro que no deja indiferente.

Los Alburejos: la catedral del campo bravo

Durante décadas, la finca Los Alburejos —una sinfonía de encinas, viento, luz y toros— fue el hogar espiritual y físico de la ganadería. Allí aprendió Álvaro hijo a amar el campo, a leer las querencias, a distinguir la bravura de la nobleza y la emoción de la comodidad. Era su refugio, su aula y su memoria.

Aquella finca quedó grabada para siempre en la historia del campo bravo como santuario de torrestrellas, hasta que la familia decidió trasladar la ganadería a El Carrascal, en Benalup-Casas Viejas, en plena ruta del toro. Un cambio de paisaje, pero no de esencia.

El Carrascal: la nueva casa del mismo sueño

Desde 2020, con la pandemia como telón de fondo, la familia Domecq trasladó la divisa a El Carrascal, finca auxiliar de Los Alburejos que pasó a ser sede principal. Allí continuó Álvaro Domecq Romero junto a su sobrino Luis, supervisando tentaderos, lotes y camadas, siempre fiel a la consigna familiar: sin bravura no hay nada.
Para Álvaro, el campo era mucho más que trabajo. Era un lugar que le hablaba de su padre, de sus raíces, de su vida entera. Cada mañana, decía, al cruzar la puerta de la finca, sentía cómo regresaban los recuerdos. Y con ellos, el compromiso de criar un toro que emocionara.

Torrestrella en Albacete: una historia de 15 corridas, 2 novilladas y cientos de emociones

La divisa celeste y blanca dejó una huella profunda en la Plaza de Toros de Albacete, una de las grandes catedrales taurinas del país. Desde los años setenta hasta casi la actualidad, Torrestrella compareció en 15 corridas de toros, una novillada picada y una sin caballos, y lo hizo siempre con carteles de máxima categoría.
Su primer paseíllo en Albacete fue el 12 de septiembre de 1974, compartiendo protagonismo con Paco Camino, El Viti y Juan Martínez. A partir de ahí, su presencia se volvió habitual, siempre esperada, siempre seguida con interés por la afición albaceteña.

Por los chiqueros albaceteños salieron torrestrellas para figuras del toreo como:

Dámaso González, ídolo de su tierra.

Curro Romero, la leyenda del capote.

Paquirri, en tardes de categoría máxima.

Antonio Rojas, Roberto Domínguez, Esplá o Teruel, en plena juventud torera.

Ortega Cano, Ponce, Finito, Caballero, Miguel Abellán o Salvador Vega.


Los novilleros que encontraron un examen serio en sus utreros.

En 1996, Torrestrella protagonizó la única corrida matinal de la historia de la Feria de Albacete, con un cartel irrepetible: Joselito, Ponce y Finito de Córdoba.
En 2004, su corrida acompañó la despedida albaceteña de Manuel Caballero, una tarde de emoción que quedó grabada en la memoria del coso.
Y en 2019, su última comparecencia hasta hoy reunió a Andrés Palacios, Sergio Serrano y Diego Carretero, tres toreros de la tierra que encontraron en los torrestrellas un examen tan duro como honesto.
Torrestrella en Albacete fue, durante décadas, sinónimo de respeto, de interés y de expectativa. Un hierro que llegaba siempre con la vitola de ganadería importante.

Bravura como religión

La filosofía de los Domecq nunca cambió. Ni en Los Alburejos ni en El Carrascal. El toro debía ser bravo, pronto, exigente, capaz de emocionar.
“Con la bravura se llega a la emoción”, repetía Álvaro. “Y sin emoción no hay fiesta”.
Criar toros —decía— es un arte. Un arte que no se aprende en un año ni en diez. Un arte que exige renuncias, paciencia y humildad.
Un legado vivo, tras su muerte, Álvaro Domecq Romero deja un vacío grande. Pero deja también una ganadería firme, con raíces profundas y responsabilidad bien asumida.

Torrestrella no termina: continúa.
Continúa en los genes del toro, Continúa en la memoria del padre y del hijo, Continúa en la mirada de Luis Domecq y de todos los que hoy custodian el hierro, y continúa, sobre todo, en cada plaza donde la afición recuerda aún la alegría, la casta y la emoción de un toro que nació para embestir.
Torrestrella seguirá galopando.

Porque la bravura, cuando se cría con devoción, no muere: se hereda.

Crónica de la última tarde de Torrestrella en Albacete

Un notable torrestrella y el honor de la comarca

Domingo 15 Septiembre 2019

elmundo.es- Zabala de la Serna  – Albacete

Como Andrés Palacios, Sergio Serrano y Diego Carretero hunden sus raíces en Albacete, la plaza los ovacionó amablemente. Un aliento que no les alcanzó para empujar las espadas con el corazón hasta última hora, empañando así sus diferentes grados de lucimiento. En el caso de SS fue de superior entendimiento con un notable cinqueño de Torrestrella que sumó como quinto y reunía toda la armonía y toda la humillación ausentes en una corrida de más movilidad que brava entrega. Cuando caía la noche sin réditos, Sergio se entonó templadamente en las cotas máximas que puede conquistar, incluso dejándose ir en naturales mirando al tendido. Que contaron con una rúbrica más categórica a pies juntos. Todo sobre la nobleza mayúscula de un torrestrella que siempre quiso la muleta cerquita y al hocico. Otra vez el estoque le nubló le robó la gloria. La vuelta al ruedo supo a escaso premio de consolación. Suyo fue el lote: tampoco se le había dado mal la izquierda en su primero. Que era la mano por donde el toro sostenía más la humillación que tendía a perder tanto como el celo. Su embestir inocuo y ayuno de clase valió para que muletease con más templanza que fineza. Desde que apareció en escena lo dio todo menos a la hora de cruzar con el acero.

Carretero no halló ninguna brillantez con un torrestrella que soltaba testarazos bíblicos por las alturas de Dios. Un cúmulo de enganchones afeaba la voluntad negada para hallar la limpieza entre aquellas idas y venidas de buey loco. En ese mismo palo, o también por el palillo, embistió el último, no tan desabrido. Diego lo comprendió a su aire, de un modo impoluto esta vez, en una abundante faena de mucho terreno recorrido. A últimas sucedieron dos cosas definitivas: que DC enterró la espada apretando los dientes y que el toro se lo echó a los lomos en un arreón de moribundo. La emotividad del trance derivó en la única oreja.

Andrés Palacios tiene otro corte. Como algunas verónicas reivindicaron. La marcada querencia del manso y serio remiendo de El Ventorillo le permitió poco. Pero la apertura alumbró una trincherilla hermosísima y un pase del desprecio de bello pulso a golpe de muñeca. Y luego otra. Y después otro. Hasta desembocar en un caro pase de pecho. El acodado ventorrillo no veía el momento de fugarse a la misma puerta de toriles, donde se intuía que querría algo más. Una tanda de naturales apuntó la calidad esbozada de Palacios. Como una serie derechazos entre las rayas con la embestida amarrada. Fue todo antes que las embestidas en fuga se rajasen sin remisión. El áspero, mirón, violento y astifinísimo cuarto no le concedió opción alguna. Así que Serrano y Carretero fueron los encargados de salvar el honor de la comarca.

Ficha del Festejo

Plaza de Albacete. Domingo, 15 de septiembre de 2019. Octava de feria. Media entrada larga. Toros de Torrestrella, un cinqueño (5), de muy diferentes hechuras en su seriedad; destacó el notable 5 en un conjunto de más movilidad que clase y brava entrega, sin humillación; y uno de El Ventorillo (1º), manso y rajado.
Andrés Palacios, de sangre de toro y oro. Dos pinchazos y estocada tendida (saludos). En el cuarto, dos pinchazos y estocada (saludos).
Sergio Serrano, de verde botella y oro. Metisaca en los bajos, pinchazo, pinchazo hondo y atravesado y descabello (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada (petición y vuelta al ruedo).
Diego Carretero, de blanco y oro. Dos pinchazos y estocada. Aviso (silencio). En el sexto, estocada contraria (oreja).

Video Resumen de la última tarde de Torrestrella en Albacete

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